Propósitos para el nuevo curso político

El primero debería de ser hacer un esfuerzo para que lo que se diga desde las tribunas políticas, se entienda. Ello supone un ejercicio previo, que es algo que se le debe suponer a quienes ostentan una responsabilidad pública. Que es saber dónde está, para qué está y que se espera de su acción.

A partir de ahí, se hace más fácil explicar el sentido de lo que se hace y de lo que no se hace, sus razones y fundamentos y la justificación de las opciones que se hacen. Y, por tanto, la sociedad, estará en disposición de entender lo que se le traslada desde las citadas tribunas políticas. Parece fácil y sencillo, pero no lo es. Por eso ha de ser un propósito para este nuevo curso político.

La ciudadanía merece saber las razones de las decisiones políticas, de ningún modo éstas han de ampararse en un supuesto interés general que no se explica y que no se capta de inmediato. En este caso, lo que necesita ser explicado muchas veces es que seguramente no aguanta mucha explicación. Cierto que un proyecto político es amplio y complejo y ofrecerá algunos vértices no siempre comprensibles en su definición, pero las acciones concretas y directas en que se fundamentan los grandes principios generales han de ofrecer certeza y consistencia. Cómo decía al inicio, saber el qué, el porqué, el para qué y el cómo. Sin duda que esa comprensión hará mucho más digeribles y asumibles las posibles, y a veces inevitables, contradicciones.

Las estrategias, por muy complejas que parezcan, siempre han de ser explicables, de ahí la necesidad de que sean lo más compartidas posibles, y lo más trasversales, para que más protagonistas sean partícipes de ellas, y lleguen a ser asumidas como propias por la sociedad. Que, en este caso, no es destinataria de las estrategias, sino que participa de su definición y proyección. Suena bien eso de que los liderazgos y las decisiones han de ser más horizontales y más participativas, pero llevarlo a la práctica es lo fundamental. Y no es nada fácil, pues es costoso compartir los protagonismos. Pero se antoja ineludible propósito para este nuevo curso.

En el contexto político y económico en el que nos encontramos, con políticas e inversiones económicas tendentes a la recuperación tras la pandemia, la transformación y la superación de las desigualdades, ha de tenderse a la búsqueda de un proyecto común, que sea asumido por la mayor parte de la sociedad, e, insisto, comprendido por ésta. Que las desigualdades son económicas y sociales, pero a la par, son también laborales, son territoriales, son de género, y lo son de cara a las oportunidades vitales. Y todas son desigualdades a superar en ese proyecto transformador. Por tanto, un proyecto que ha de integrar a las diversidades si quiere ser un proyecto político consolidado y creíble.

Y un proyecto que haga lo anterior sintiéndose el mejor proyecto para la sociedad, y lo haga por tanto, garantizando la convivencia para quien no lo comparta en su totalidad o para quien pueda tener algún punto de vista diferente. Limar asperezas y diferencias, en lugar de agrandarlas. Pero no pretender eliminarlas, pues entonces crecerán y se multiplicarán. Grandes dosis de inteligencia se precisan para ello, pero ya empecé diciendo que se debe presuponer a quien pretende dedicarse a estas tareas, el saber dónde está, para que está y que se espera de su acción.

Un gran propósito para este nuevo curso, saber apartar de la primera línea política a quien no lo sepa.

Quizá no sean suficientes los citados propósitos, pero se me antojan necesarios para ganar en capacidad de asumir las nuevas realidades, tener respuestas para las nuevas demandas y capacidad de solucionar los nuevos, además de los viejos, problemas.

Estar en la vanguardia de la política del siglo XXI no es sólo decirlo. Es asumirlo, comprenderlo y compartirlo. Y hacer propósito de enmienda, si no se está en la línea correcta.

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